Los frutos de la cosecha de impulsos internos extremos
adrenalina al mango, limpias impurezas propias del ser enrevesado
Y por ahí, una de los impulsos recae en una verdad dudosa, incierta que no es verdad más que para mi, que la concibo y la elaboro incomprensible, jamás cognoscible por nadie más.
¿La pregunta es vergüenza? La verguenza deja de existir para darle aire a las proezas y a los logros aplastados contra nuestros propios límites. ¡Y que tontos! Si ya las leyes, si ya las normas y la cultura instituida.
No siento ganas de romper todo, por que todo ya está roto en este cuerpo unificado, casi militar (diría un amigo mio de esos que llevo adentro como elixir de felicidad u oligoelemento). Todo está corrompido, malparido y es destrucción por existir y ser aceptado. Y no me resigno a encender un ventilador gigante que arrase con toda esta cochambre ridícula, imposible de ser más que por nuestra podrida moral construida por un simposio de incoherentes.
Pero, así como venga che, gracias por traerme a este mundo donde no existen las contradicciones y dicotomías (en mi mundo subjetivo), donde la tolerancia recae en derribar y reconstruir. Mi arma: La expresión extrañada de mi concepción de realidad positiva (demasiado ficticia y engañosa, tal vez, para el gusto de Platón, pero de buena Fé <-según mi concepción, nunca más allá del bien y del mal preconcebido->).
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