Recuadros amarillos. La luz del sol rebotando sobre el piso de cerámica de la casa en la que vivo, bañando mi rostro de reflectancias, dando algo que mirar. También alivianando el peso de lo obscuro, de lo que se esconde abajo de la cama mientras uno duerme cuando los pies recién alcanzan la mitad de esa cama y los cerebros todavía no comprenden nada. ¡Que lindo no entender nada!
Me gustaría ser luz para andar por los cuerpos del mundo iluminando lo mejor de cada uno.
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