por Lautaro Aguilar

Escritura espontanea, vómito verbal, teatro, filosofía y vida.

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lunes, 31 de enero de 2011

Aviso

Llega a los orificios de mi nariz
el aroma de una brisa
resabio de un huracán tormentoso
se cuela en mi cuerpo y lo rellena
de un leve tumulto
Mis pies se estiran hasta que solo la punta de mis dedos roza el piso helado, el invierno parece más cercano
Mi cuerpo está suspendido
Nunca me detengo demasiado a admirar lo hermoso de mi vida. Y eso que lo hago.
Por que se trata de esto: Esto es la gloria. Los nudos en la garganta, la conciencia de nuestras falencias, de nuestros defectos, de nuestras frustraciones irreversibles. Incluso, esto es.
Respiro entonces el resabio de la destrucción, de la devastación del pasado... Pero cuando estos viejos vientos pasen... No va a haber desolación. Va a haber gentecita contenta, adentro de mi cuerpo, de tener que reconstruir un poco. Y debe ser que los ladrillos eran aquivocados, que si esto seguía asi el derrumbe hubiese sido incontenible...
Mis pies vuelven a tocar el piso, que está caliente. El sol pegó fuerte esta tarde... ¡Que tonto! Nunca salí a dejarme acariciar por sus rayos. ¡Y tan lindo que se siente! Tendré que conformarme con esto. O salir a contemplar su recuerdo en el rostro de la luna.
Mi limonero está contento. Y saldría a acompañarlo ahora, pero necesito quedarme con los mios, que son mucho más cariñosos. Y necesitan de mi, casi tanto como yo de ellos.

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