por Lautaro Aguilar

Escritura espontanea, vómito verbal, teatro, filosofía y vida.

Leé +

miércoles, 5 de junio de 2013

Rugidos

Una nueva corriente absorbe a un ritmo pausado y continuo mis puntos vitales.
Observo entre una confusa marea la locura en la que me sumerjo, y sin darme cuenta me encuentro con mi ego enardecido tras mi moral y mis pretextos queriendo estallar y desaparecer en un desliz, en una acción pequeña pero significativa. Y luego aparezco enfermo de mi mismo, centelleante y adicto. Eso sucede cuando un espacio genera un gran viaje, y ese viaje tiene una enseñanza, pero cuando el efecto se agota, y uno quiere más y sigue queriendo más, se genera una obsesión absurda y obtusa, tirante de decepciones y disculpas, de cambio e incomprensión, de familiaridad y de nido del que es necesario salir para vivir y volar.
Aparezco en ese corredor eterno de miles de ventanas, cada una con un paisaje distinto, retratando al observador que soy de la vida. Venimos a este mundo para observar comportamientos. Somos maquinas perceptivas, y nuestro cerebro hace pruebas con la realidad todo el tiempo. Desde el tímido hasta el extrovertido, ya que esto no se trata de relacionarse con otros, se trata de que somos los ojos del universo y todo nuestro poder está concentrado en la mirada. En nuestro ojo hace foco, ahí está el movimiento, ahí puede comenzar la acción y explotar en todas direcciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario