por Lautaro Aguilar

Escritura espontanea, vómito verbal, teatro, filosofía y vida.

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jueves, 8 de noviembre de 2012

Solo tienes que querer

Aparato magnífico ha caído en nuestro reino, y ahora nos manipula cual marioneta de carne
el cielo sigue ahí después de todo, y eso lo agradezco.
Hoy seguí un consejo, caminé sobre la hierba. Primero solo fue eso, hasta que entre el aire encontré un árbol y decidí tocarlo. Observé sus grietas y luego vi que unas afanosas hormigas subían y bajaban caminando por ellas. Observé el largo recorrido que hacían hasta las hojas que se mecían levemente iluminadas por el sol radiante de este verano inesperado. Fue entonces que respiré profundamente, en el pequeño instante de silencio que llegó a mi, y me tendí, con el torso desnudo. Mi cabeza quedó por completo expuesta al sol, que en ese horario irradiaba con violencia sus rayos ultravioletas, y supuse que tal vez eso sería demasiado para mi cuerpo. Me levanté, y vino el perro de esta casa, dueño histórico del fondo de mi casa, más allá de la reja incoherente sobre la que todavía no podemos explicar ninguna utilidad. Caminé, bordeé la pileta de concreto y me metí debajo de la ducha fría. Finalmente decidí dormir, pero no hubo oportunidad por que enseguida se me encomendó al mundo, a hacer algún trámite que me llevó a un banco Provincia donde, inesperadamente, hice unos nuevos amigos. De Argentina, una mujerona de aparente avanzada edad con la onda de una adolescente que me presentó a Lee, de China, un hombre que luego de contarnos sobre la cultura oriental y el régimen de gobierno chino, nos señaló sus cuarenta años, y al revés del primer caso este parecía de mucho menos, tal vez por que no dejaba de sonreír. A esta conversación se sumó una señora que me dijo que el estudio era indispensable, ella que no tenía estudio podía decirlo, eso me dijo. Me resultó peculiar. Me hizo pensar que muchas veces es uno mismo el que busca las excusas para no hacer lo que tiene ganas de hacer, y me llevó a cuestionarme por que es que eso sucede. Y creo que no encontré ninguna respuesta, no le di muchas más vueltas al tema.  Luego, al final del día, me di cuenta de que hay que levantar la cabeza y ser valiente, y que el coraje es parte esencial de este camino, casi tanto como el ánimo y las ganas, casi como el entusiasmo. Mi padre solía decirme siempre, en el contexto de un cuento infantil, "Solo tienes que querer", cuando me impulsaba a intentar hacer algo. Y claro, si es que yo quería, se hacía, ya no se intentaba más.

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