por Lautaro Aguilar
Escritura espontanea, vómito verbal, teatro, filosofía y vida.
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lunes, 28 de mayo de 2012
Observaciones de la luna I
Una mano quiebra la llanura, florece cual capullo trunco, en curvas peligrosas por su extravagancia.
Sus yemas desnudas desgarran con desesperación el aire
y reclaman la vida, se aferran a ella y así resurgen.
Las hojas de los árboles se dejan ir en el aire, errantes, sin destino seguro más que la muerte, mientras sus padres lloran resquebrajándose en el silencio, apretando las raíces para no caerse de pena. La noche grita cualquier cosa, vocifera y advierte. Nadie la escucha. Entonces, rendida, se deja caer en los suelos húmedos de cualquier amanecer, para dormir y volver a despertar cuando la luz haya removido un poco la tierra, y se percata de que todos la transitan, pero la olvidan.
Y entonces aplica furtiva su venganza contra los seres, los toma del cuello y los asfixia, con presión hunde los pechos y estruja los corazones. Se ciñe ornamentando con sombras de tristeza los rincones. Rescata a los forajidos, los devuelve a las sendas y los empuja a andar. También destroza los mojones, o los cambia de lugar, genera espejismos, para confundir y desorientar. Y los seres lloran todas las noches en sus habitaciones, cuevas y sucuchos, preguntándole por qué a las estrellas, que brillan de inocencia.
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