Sujeto a energías nuevas, descubro un entramado complejo de relaciones florecientes que me envuelven, que me fascinan y abrazan arrastrándome en un vaivén borracho entre callejuelas cortas de un Buenos Aires desconocido, ahora, frente a mi existir enrevesado.
Cenizas calientes revolviendo mis adentros, manos firmes posadas en mi cintura o mi espalda y algún torbellino verde o anaranjado ornamentando la escena en la que me veo empujado a una gloria distinta. Una de mates y cantos compungidos, de códigos establecidos en el trato y no en un eclipse de cielo raso académico.
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