por Lautaro Aguilar

Escritura espontanea, vómito verbal, teatro, filosofía y vida.

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viernes, 23 de diciembre de 2011

Amici

Hemos crecido, Camila. Lo hemos hecho en mayor o menor medida, si es que acaso existen balanzas para esto. El tiempo ha pasado, querida. ¡Nos hemos metido en cada lugar! ¿Qué habrá sido de nosotros ahora que estuvimos lejos? Esta noche te espero, amiga mia. Sentémonos a hablar de todo, o a guardar silencio frente a un fuego que nos recuerde las peculiares formas con las que la naturaleza nos recuerda que estamos juntos, por que un todo no es más que una sola cosa.
Me duele la garganta, Camila. Y nosotros que cantamos tanto... Mi voz cambió, seguro así la tuya. Recuerdo la sabia de los árboles, seca roja chorreando sobre la corteza en carne viva y el aire puro antes de los vicios y el maldito cigarrillo que nos ingiere. Aprendí algunas cosas Camila, y recién hoy me doy cuenta de lo mucho que sabías, que sabés, que siempre supiste. Me hablaste de la cosa eterna, de la paz y del teatro, y nos comprendimos enseguida. O quiero decir, nos acompañamos.
Por último, te pido disculpas, aunque no creo que sea necesario. No se si hacerte responsable de este mensaje, no quise referirme a vos para poder hablarle a todos, si no es que a todo, pero la Causalidad así lo hizo.
Siempre nos quisimos mucho, Camila, y aunque el tiempo nos separe, sabemos que andamos juntos y que pase lo que pase, siempre vamos a ser los mismos a los ojos del otro. No por que retornemos, sinó por que no reconocemos las formas, solo el sentimiento.

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