Ahí van los talones rebotando sobre baldozas antideslizantes para que nunca caigas, para que nunca sientas chorrear sangre de las rodillas, caliente y espesa y aguda, y las lleves perfectas toda la vida, que se vayan inundando de lípidos y que mueras gordienta y sonrísima, con los cachetotes rosados y abrazando tus tobillos con las manos, como cuando eras un número potencial todavía, cuando todavía no se sabía en que índice ibas a entrar. Y por ahí cerca andaba yo, a lo lejos no podías verme, verte. ¿Cuántas veces nos habremos cruzado en la vida? Digo, vos allá y yo acá. Vos yendo por la que corta y yo por la cortada, pero en otros lados, lejos diferenciados.
¿Se habrán mezclado nuestras luces? ¿Cuáles habrán sido los colores?
Será una soga almótica la que nos cazó de las patas y nos arrastro de frente, para que nos mirásemos a los ojos y nos denunciáramos toda los delitos, para que los fiscales de nuestra mente nos condenaren a nada menos burocrático que amar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario