Son demasiados los reproches que tengo para hacer.
No encuentro justicia en el devenir.
Esta sociedad no está hecha para los idealistas. Está hecha para conformistas
y
para
mediocres.
No hay lugar hacia donde abstraerse. Los espacios son ahogo.
Un peso enfermizo en la células del cuerpo, como si cargasen esta historia que el cerebro no llega a comprender.
Una picazón que indica la sangre en ebullición y una lengua inquieta y saturada de cizaña y destrucción.
Bronca.
Bronca.
Bronca.
Las esperas me complican muchísimo. Lo que peor hago es esperar. Me exasperan los personajes que en periodos de calma me acusan de estar nervioso cuando desconocen las presiones del deseo fervoroso, del compromiso
y de los sueños tan arraigados al alma que establecen una inevitable y desesperada necesidad de simbiosis, ya.
Eso, más que nada, y ahora mismo, me repleta de ganas de gritar cosas de todo tipo, sin importar la intención, el sentido y el significado, y sus posibles consecuencias, claro.
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