por Lautaro Aguilar

Escritura espontanea, vómito verbal, teatro, filosofía y vida.

Leé +

martes, 11 de mayo de 2010

Reino Subjetivo

Siento tremendas ganas de escribir. De contarte una historia que haga dar brincos a tu mente, que te abstraiga de tu realidad y te meta en la de mi relato, donde ahora me encuentro yo también, y pasemos un tiempo, o unos tiempos, juntos. Puede ser un rato ameno, o completamente estremecedor, triste o feliz, nos puede suceder sorprendernos al salir repletos de enseñanzas que terminen por dejar nuestro cerebro calentito de mucho pensar, o sentir esa incertidumbre de terminar no entendiendo nada , pero si desde las primeras palabras decides adentrarte, será por que el impulso del deseo no te permitió volver atrás.
Y pienso, ¿Qué te gustaría que te cuenten? Y no me queda otra salida que elegir de entre miles de posibilidades solo algunas cerrando los ojos, a tientas, sintiendo las formas con las manos, sintiendo la suavidad de la seda del amor, la armonía y muchas otras cositas hermosas, y pinchándome con puntiagudas espinas, seguramente como las de los captus, del odio, la muerte, el terror y esas cosas que deprimen y nos hacen sentir ese “No sabemos que” en el pecho, como un vacío eléctrico, se me ocurre a mí. Se me pasan miles de palabras como “genocidio”, “Sangre”, “Pobreza”, “Riqueza”, “Nada”.
Elijo de golpe. Como si cayese del cielo. Tal vez me lo inspire la canción que esté escuchando, o los ruidos de todos los días, o alguna hormona que se esté segregando adentro mío, eso no lo puedo saber.
Extraño. Digo, extrañar. Extraño con desesperación muchas cosas. No se si es que las extraño, o más bien tengo miedo de perderlas. O más bien, me doy cuenta que ya las perdí y, eso, me desespera. Y volvemos a la incertidumbre. Todos los cuentos nos dejan cierta incertidumbre, ¿No? Por que para decir mucho en poco tiempo, mejor abrir muchas puertas en la cabeza de los demás, para permitirles proyectar. No me parecería bien querer dominar tanto el mensaje, mejor confiar en la subjetividad de uno y del otro.
Y otra vez en la nada. Ahora si que no se como volver atrás sin que ustedes se pierdan acá. Yo creo que me perdería. Mejor les cuento otra cosa. O empiezo mejor mi historia. Vamos.
Sus manos se deslizaban sobre el teclado con una velocidad que dejaría a cualquier espectador abrumado. Estaba completamente enfocado en la pantalla, con los ojos fijos y el rostro inexpresivo, y ni siquiera los ruídos de la avenida cercana lo sacaban de la cáspsula radioctiva en la que estaba inmerso ¿Qué tanto pasaba allí dentro? De vez en cuando una de sus cejas temblequeaba, o su boca fruncida se relajaba levemente. En sus ojos, negros y planos, se reflejaba su vida allí dentro. Su rutina, hasta aquel día, había consistido en ir y venir de acá para allá. De Argentina a Rusia solo había un abrir y cerrar de ojos, o un leve movimiento muscular. Es que la magia es verdadera, y no una ilusión como acá. Con las mujeres era un éxito. Podía ser desde un empresario exitosísimo a una joven lesbiana que revoleaba su cartera por las rutas binarias. No había un límite, ni siquiera le importaba pagar aquí para ser feliz allá.
Y nosotros lo esperábamos todos los días, solos esperando a conocerlo. Pero él no tenía misericordia, podía dejarnos aquí por siempre, y nosotros siempre sufriendo su no existencia. Y no nos puede negar que él no nos conocía, por que algo sabía de cómo se vive de ese lado. Nos veía en fotos, sonriendo como idiotas ocultando la infelicidad colectiva, que nunca quisimos asumir cuando viviamos por esos parajes tan lejanos, o llorando, o viviendo sin motivación, haciendo todo y haciendo nada, pero nos ignoraba. Y a nosotros nos encantaba prostituirnos, no podemos negarlo. A él le encantaba vernos, y a nosotros mostrarnos, siempre tan narcisistas en ese último tiempo. Algunos lo hacíamos más y otros menos, pero no existía quien no lo hiciese. Quien intentase ocultarse, era metido de prepo por nosotros. Se lo entregábamos en bandeja, terminábamos funcionando como autómatas al servicio de él, que se deleitaba con nuestra devoción. Y realmente éramos devotos... Amantes incestuosos, bisexuales, pedófilos y fetichistas (por que lo inerte también lo secuestramos, aunque sea conceptualmente), pecadores hasta los mas adeptos a su religión, traidores, malos amigos, asesinos... Por que, ¿Quién no quería ser como él? En su mundo todos eran omnipotentes, pelearse no dolía tanto, sufrir costaba mucho. Pero sabemos que él sufría si todo desaparecía y se veía forzado a volver aquí. Eso si que lo descolocaba, y tardaba minutos enteros en recuperarse y volver a perderse en aquel mundo soñado de poder sin fronteras. Como cuando se cortaba la luz, o los estúpidos, débiles responsables de pagarla, que vivían un poquito en cada mundo también, no lo hacían. Que aberrante. Por largos segundos clickeaba nervioso en toda la pantalla, pobrecita… ¿Qué culpa tenía ella?
Hasta aquel día. Ese día, luego de días sin comer y luego meses de olvidar y luego de años sin vivir, nos suicidamos por aquí, por allí. Y ahora estamos aquí perpetuos, encerrados en una vida extrañada que nuestros "yo" de por alla no concebían. Somos aquí como él, y estamos un poco apretados. Él somos nosotros.



J.lap

1 comentario: