Cosas que me gusta pensar

Vuelve el humor en el barrio. Los pobladores se asoman por sus puertas,abren de par en par sus ventanas y dejan entrar, sin abrigos, la brisa invernal que despeja en un suspiro la vista, y enciende las mejillas. Algunos se sientan en las veredas, con grandes abrigotes de todos los colores y todas las edades, y comparten un mate, o saludan a los niños que acaban de bajar a la calle, a jugar a la pelota descalzos. Una señora cabello de nube se saca la bufanda exhibiendo un agrietado cuello, seco de haber dicho muchas cosas, mientras una pareja llega a la esquina, y por primera vez, se toma la mano para cruzar la calle. Siguen de largo, y por donde se los ve desaparecer aparecen los muchachos que escuchan cumbia hasta altas horas de la noche en la esquina, y que decoran de risas y carnaval las calles empedradas del pasado. De la casa verde agua, donde vive Claudia, se escucha el decimoctavo llanto de Carla Mailén, la recién llegada. Hoy nadie siente miedo de ellos. Sobre cada uno se podría contar la historia que no es ni pretende ser historia, que solo sucede, alojada en el eterno ahora en el que morir, sin ninguna otra certeza más que la de haber vivido.