por Lautaro Aguilar

Escritura espontanea, vómito verbal, teatro, filosofía y vida.

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lunes, 12 de diciembre de 2011

Ataque de pánico

Ingresando en un plano distinto es donde ahora me encuentro
se acabaron los lamentos, las penas, el desconcierto
tengo mucho miedo
mi corazón galopa ensordeciendo mis pensamientos
el mundo todavía no conoce nada de mi
y yo siento que me desvanezco

Pienso en muchas cosas
pienso en las caminatas cada tarde
en las personas que amo
y en Las Toninas
Pienso todo lo que me resta
pienso en la vida entera
pienso en mi hermano
pienso y no pienso

Siento que me estoy ahogando
que cada paso que doy es una cuerda floja
de la que caigo
y que nadie puede curarme
Que el viento está haciendo estragos
en esta tierra
y que quiero volar
y dejar para siempre este sufrimiento
No se donde quedaron mis anhelos
tal vez es el mismo miedo el que los solicita
que ellos se ocultan de mi ahora

Tengo sueños, si, tengo sueños
pero no se cual es el aporte que podrían a llegar a hacer en mi
Tal vez, lo único,
sea enamorarme de manera salvaje
enamorarme de la luna y de la noche
enamorarme del sol, de las cavernas,
de todo lo que no conozco

No puedo más
si cada una de estas palabras sirviese para sacarme de esta lucha terrible que se da en mi cabeza, si cada persona, si algo de todo esto me sacase de esta pena se alimenta de mi cual criatura indefensa tal vez dormiría, al fin, tranquilo.
El miedo. El miedo lo sabe todo de uno. Eso no tiene sentido... El miedo es una figura que uno mismo construye. El miedo es el Diablo que te inventó el catolicismo, el antagonista, figura inexistente, creación unicamente funcional a las estructuras narrativas, el demonio falaz y todo poderoso que llena nuestras mentes en nuestro interior del que hablaba Descartes... Yo diría que la mente no existe tampoco, otra construcción narrativa. La mente es como un cuento, como una obra de arte, como un edificio de todo un contexto, de toda una sociedad, de una situación política, dramática, terapéutica e higiénica, entre bastantes otras cosas. Entonces para poder entenderse a uno mismo, hay que desentrañar todo aquello, o no hacerse cargo de la responsabilidad que este sistema nos acusa. Y creo, así y todo, que es la mejor manera de transformarlo, no consumiéndolo, observándolo sin ataduras.

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