por Lautaro Aguilar

Escritura espontanea, vómito verbal, teatro, filosofía y vida.

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martes, 28 de septiembre de 2010

Ideas podridas

El tiempo pasa y todo se vuelve tan impresivible. Creo que debo acelerarme, inmediatizar las cosas, sorprender a las cabezas que me rodean con saltos que no podrían procesar, lo se...
Estoy seguro.
Estamos tan acostumbrados a morir,
que perdemos la cuenta de todo lo que no hacemos por que mañana habrá más tiempo. ¡Pero yo viví tan poco! ¡Y tengo una agenda tan amontonada!
Tengo
miedo.
Tengo miedo de no poder legar, de no poder crear algo exhuberantemente bello, algo digno de admiración y de credo,
de no poder escuchar las críticas.
Siento como dedos huesudos se clavan en mi nuca, y estoy seguro que es la culpa... La culpa de desperdiciarme, de desperdiciarlos a todos. ¡No voy a dejar que el arroyo continue fluyendo deliberadamente! Es momento de marcar un curso razonable a todo esto: No puede ser que el agua cloacal nos caiga en el marote, de donde salen las ideas... Y si te cae mierda en la cabeza, ¿Qué va a pasar con tus ideas?
No, si.
¡Yo tampoco!
Obvio que no
NO QUIERO generar
Ideas
po
dri
das.
¡AH! ¿NO QUERÉS? Pero tu maldita mediocridad, tu condición de egoista, individualista, de porquería que recibe de su entorno más de sí misma es lo que te hace ser todo esto.
Por que lo único que puede elevar a un ser humano es la correcta relación con otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano y otro ser humano, y los que vengan también.

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