A la mañana me gusta desayunar con tostadas, pero me resulta una actividad deprimente, hasta perversa, desde mi concepción actual. Digo, desayunar.
Y es que las raíces están rotas, y volver a empezar resulta denso, pesado y hasta repetitivo. Y por ahí se oirán los gritos de los optimistas, ansiosos, desaprobando mi aseveración. ¡Malditos! ¿Por qué todos tenemos que pensar igual que ustedes? ¿Y nuestro pesar, nuestra desdicha? ¿Dónde los metemos? ¡Egoístas insufribles! Prefiero asumir mi infelicidad, y que todos me miren desde arriba juzgándome como un pobre enfermo que bebió los tragos más desagradables, antes que creerme pleno y contento, cuando hay tantas cosas por las cuales quejarse.
02/08/10 Banfield, Zona sur, Buenos Aires.
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