por Lautaro Aguilar

Escritura espontanea, vómito verbal, teatro, filosofía y vida.

Leé +

jueves, 29 de julio de 2010

Lesbiana

La madre pide redención al Señor, y es que cuando lo hizo no sabía que también se condenaba a sí misma. Es que ella pecó, entregó su carne, se doblegó a la fuerza de un hombre antes del sagrado matrimonio. Y ahora, observala aquí. No fue suficiente con el parto, también tuvo que sufrir cientos de hemorragias, dejo fluir semillas de vida entre sus piernas y nunca se quejó. Decidió redimirse, y dejó de pensar en el pecado, eligió quererse, adorarse y ser debota de esa forma a Dios. Pero descubrió el encanto en si misma. Se liberó cuando al fin dejó de mirarse al espejo con deseo, por que le resultaba demasiado narcisista, prefirió prestarle atención a su entorno, donde descubrió colores y texturas que le recordaban a sí misma. Enamorada de su sexo, fue excluída de su religión. Y aunque intente pedir disculpas, no tiene el poder del Padre Grassi. Está condenada. Por que, aunque si se confesó, Dios sabe que en el fondo, no está para nada arrepentida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario